Cap.1: Vuelo de prueba
Está helado aquí arriba, y aunque se que no podría me muero por respirar el aire puro que hay aquí en estas alturas. Solo los gases de nuestros motores de última generación JUMO 004 surcan el cielo nocturno sobre la alfombra de nubes. Nubes que podrían verse blancas pero que los primeros rayos de sol tiñen de rojo. Todo en este mundo se tiñe de rojo en estos días… Miro la estela de la aeronave de mi compañero y me da la ilusión de ver el rastro de un espectro que desaparece entre las nubes cual fantasma aterrador en las neblinas de las plazas londinenses. Es que es imposible olvidar que somos maquinas de muerte. Mucho nos pueden decir del rumbo de la guerra, pero nosotros aquí, somos como los ojos de Dios, sigilosos, poderosos, y vemos la verdad.
Hasta hace unos meses volaba el espectacular Me-262 y creía que estos tipos habían llegado al extremo de lo posible, maquinas que son tan avanzadas para el enemigo que nos confunden con extraterrestres; sin embargo, aquí estoy otra vez hipnotizado por estas armas, por lo nuevo, por esa sensación de ser el primero en experimentar lo desconocido.
Aún era muy joven cuando escuché hablar sobre las máquinas voladoras de los hermanos Wright, en esos años los vuelos se contaban por segundos y aquellos que lograban suspenderse los minutos suficientes se transformaban en héroes nacionales y sus nombres recorrían el mundo entero. Hoy en el secretismo de la guerra, la historia se repite, llevo 55 minutos en el aire superando ya la marca Edwin.
Cap.2: Formas de otro mundo.
La radio encendida suena y mezcla canciones con noticias de guerra. Las luces intermitentes del fuego del hogar son el complemento visual que la anciana necesita para fijar la mirada en algo. El subir y bajar de las pequeñas llamas dibujan y desdibujan sus pensamientos.
Hace frío, las llamas están bajas, tiene que levantarse para alimentar el fuego pero no le dan ganas, le cuesta mucho a sus desgastados huesos. Entonces recuerda… en otros momentos un par de manos buscaban un abrigo y lo ponían sobre sus hombros. Cuando aún estaba, era él quien alimentaba el fuego, el del hogar, el de la casa. Ahora estaba sola. Una escopeta vieja y una perra con un físico tan desgastado como el de ella son su única defensa y compañía.
- Hace mucho que no pasa nadie Olga. – la perra parece entender, sin levantar la cabeza de su reposo, la mira un instante y después gira sus ojos hacia la ventana. Lo vidrios empañados y apenas descubiertos por un trozo de celosía rota, permiten ver una pequeña porción del mundo exterior.
- Tal vez sea el frío, no crees? – la perra no responde, respira hondo y exhala su aire tibio. Quizá no entienda todo pero disfruta de la charla.
Afuera la nieve cubre todo y aunque no esta nevando el viento es fuerte y se filtra con actitud invasora por los bordes de la ventana produciendo silbidos que en ocasiones se pueden sentir como los chillidos desgarradores de quien sufre en agonía.
- Son los sonidos de la guerra, todo es guerra. El negro del cielo, el olor, los ruidos. Ya no pasan tantas canciones, ¿no? – la perra refunfuña suavemente, seguramente consintiendo con su ama.
El frío se hace intenso, entonces se apoya con fuerza en los apoyabrazos de su sillón, se levanta en busca de un par de leños. La soledad y un toque de curiosidad la impulsan hacia la ventana, observa los alrededores, algo le lleva la mirada hacia el cielo y en la claridad de la noche una silueta endemoniada aparece un instante cerca de la luna para volver a ocultarse entre las nubes. Un frío de muerte la recorre por dentro y un suspiro ahogado le traba la respiración. En un acto reflejo se hecha hacia atrás escondiéndose detrás de las viejas cortinas como si eso le brindara algún refugio. – Ahí afuera hay algo Olga, no se que es pero esas formas ya no son de este mundo.
Contraste tecnológico
En la actualidad estamos acostumbrados a ver aviones sobre nuestras cabezas, pero muy pocas personas son concientes de lo que la ciencia tuvo que recorrer para que el hombre lograra despegar sus pies del suelo y elegir un destino a merced de su voluntad. Volar para el hombre fue un anhelo que une experimentos, leyes y descubrimientos que recorren siglos enteros de nuestra historia. Por eso el relato que nos precede, lejos de querer concatenar y describir estos hechos tan extensos, intenta trasmitir sensaciones, emociones que se dieron en un contexto de contraste tecnológico, en el que quedó relegada gran parte de la sociedad civil abandonada a los escasos recursos que dejaban los escombros de la guerra, mientras que los intereses armados consumían todo tipo de insumo energético.
Claro esta que los dirigibles tienen una historia muy propia, llena de emociones, logros y tragedias. Momentos de interacción con el hombre que valdrán la pena de exprimir en un capítulo aparte...
Un salto en el tiempo:
Lo que sucedió en los últimos años de la segunda guerra con los desarrollos aeronáuticos en la Alemania Nazi, es tan impresionante que sería más fácil explicarlo con un viaje a través del tiempo que relatando los sinfines de desafíos tecnológicos que se debieron resolver en meses y con recursos limitados. Un viaje en el tiempo que echó una mirada cincuenta años al futuro y se adelantó al ala volante furtiva más famosa del mundo, el bombardero estadounidense B-2.
Así de mítica es la historia del Go-229, una aeronave experimental que debía cumplir con la ambiciosa demanda 1000x1000x1000 (*). Que avanzó en materiales compuestos y métodos de construcción que lo hacían invisible a los radares, que no solo consiguió el primer éxito del concepto “Ala Volante”, sino que además se la dotó de dos turborreactores de última generación que la volvían un cazabombardero de ciencia ficción e increíbles características para aquellos años.
Nota histórica…
El primer vuelo de prueba fue realizado el 2 de febrero de 1945 en Oranienburg, con el teniente Erwin Ziller como piloto de pruebas. El vuelo tuvo una duración aproximada de 30 minutos. Al final de un exitoso segundo vuelo de prueba, el 3 de febrero de 1945, Ziller desplegó durante el aterrizaje, el paracaídas de frenado antes de tiempo. El resultado fue un duro aterrizaje con un daño en el tren principal. Consecuentemente, el tercer vuelo fue demorado hasta el 18 de febrero de 1945. Retornando después de un vuelo de 45 minutos, a una altitud de 800 metros, Ziller fue visto picar y elevar el avión varias veces, aparentemente en un esfuerzo de reencender un motor. El tren de aterrizaje fue bajado, en una altitud inusualmente temprana, unos 400 metros. La velocidad del prototipo decreció acompañada de un ruido del motor, una vez que el ruido cesó, la aeronave entró en un giro tirabuzón. El piloto no intentó eyectarse tratando salvar la aeronave y desafortunadamente muere en el accidente.
* La demanda 1000x1000x1000: significaba penetrar mil kilómetros dentro de territorio enemigo con mil kilogramos de carga bélica, a una velocidad mínima de 1000km/h. Cualquier proyecto que no cumpliera con estas prestaciones no sería aceptado.
Video verdaderamente real de uno de los vuelos de prueba de la aeronave...
http://www.youtube.com/watch?v=JBnBSJ9bz3A
Está helado aquí arriba, y aunque se que no podría me muero por respirar el aire puro que hay aquí en estas alturas. Solo los gases de nuestros motores de última generación JUMO 004 surcan el cielo nocturno sobre la alfombra de nubes. Nubes que podrían verse blancas pero que los primeros rayos de sol tiñen de rojo. Todo en este mundo se tiñe de rojo en estos días… Miro la estela de la aeronave de mi compañero y me da la ilusión de ver el rastro de un espectro que desaparece entre las nubes cual fantasma aterrador en las neblinas de las plazas londinenses. Es que es imposible olvidar que somos maquinas de muerte. Mucho nos pueden decir del rumbo de la guerra, pero nosotros aquí, somos como los ojos de Dios, sigilosos, poderosos, y vemos la verdad.
Hasta hace unos meses volaba el espectacular Me-262 y creía que estos tipos habían llegado al extremo de lo posible, maquinas que son tan avanzadas para el enemigo que nos confunden con extraterrestres; sin embargo, aquí estoy otra vez hipnotizado por estas armas, por lo nuevo, por esa sensación de ser el primero en experimentar lo desconocido.
Aún era muy joven cuando escuché hablar sobre las máquinas voladoras de los hermanos Wright, en esos años los vuelos se contaban por segundos y aquellos que lograban suspenderse los minutos suficientes se transformaban en héroes nacionales y sus nombres recorrían el mundo entero. Hoy en el secretismo de la guerra, la historia se repite, llevo 55 minutos en el aire superando ya la marca Edwin.
Cap.2: Formas de otro mundo.
La radio encendida suena y mezcla canciones con noticias de guerra. Las luces intermitentes del fuego del hogar son el complemento visual que la anciana necesita para fijar la mirada en algo. El subir y bajar de las pequeñas llamas dibujan y desdibujan sus pensamientos.
Hace frío, las llamas están bajas, tiene que levantarse para alimentar el fuego pero no le dan ganas, le cuesta mucho a sus desgastados huesos. Entonces recuerda… en otros momentos un par de manos buscaban un abrigo y lo ponían sobre sus hombros. Cuando aún estaba, era él quien alimentaba el fuego, el del hogar, el de la casa. Ahora estaba sola. Una escopeta vieja y una perra con un físico tan desgastado como el de ella son su única defensa y compañía.
- Hace mucho que no pasa nadie Olga. – la perra parece entender, sin levantar la cabeza de su reposo, la mira un instante y después gira sus ojos hacia la ventana. Lo vidrios empañados y apenas descubiertos por un trozo de celosía rota, permiten ver una pequeña porción del mundo exterior.
- Tal vez sea el frío, no crees? – la perra no responde, respira hondo y exhala su aire tibio. Quizá no entienda todo pero disfruta de la charla.
Afuera la nieve cubre todo y aunque no esta nevando el viento es fuerte y se filtra con actitud invasora por los bordes de la ventana produciendo silbidos que en ocasiones se pueden sentir como los chillidos desgarradores de quien sufre en agonía.
- Son los sonidos de la guerra, todo es guerra. El negro del cielo, el olor, los ruidos. Ya no pasan tantas canciones, ¿no? – la perra refunfuña suavemente, seguramente consintiendo con su ama.
El frío se hace intenso, entonces se apoya con fuerza en los apoyabrazos de su sillón, se levanta en busca de un par de leños. La soledad y un toque de curiosidad la impulsan hacia la ventana, observa los alrededores, algo le lleva la mirada hacia el cielo y en la claridad de la noche una silueta endemoniada aparece un instante cerca de la luna para volver a ocultarse entre las nubes. Un frío de muerte la recorre por dentro y un suspiro ahogado le traba la respiración. En un acto reflejo se hecha hacia atrás escondiéndose detrás de las viejas cortinas como si eso le brindara algún refugio. – Ahí afuera hay algo Olga, no se que es pero esas formas ya no son de este mundo.
Contraste tecnológico
En la actualidad estamos acostumbrados a ver aviones sobre nuestras cabezas, pero muy pocas personas son concientes de lo que la ciencia tuvo que recorrer para que el hombre lograra despegar sus pies del suelo y elegir un destino a merced de su voluntad. Volar para el hombre fue un anhelo que une experimentos, leyes y descubrimientos que recorren siglos enteros de nuestra historia. Por eso el relato que nos precede, lejos de querer concatenar y describir estos hechos tan extensos, intenta trasmitir sensaciones, emociones que se dieron en un contexto de contraste tecnológico, en el que quedó relegada gran parte de la sociedad civil abandonada a los escasos recursos que dejaban los escombros de la guerra, mientras que los intereses armados consumían todo tipo de insumo energético.
Este breve relato en particular nos sitúa en un lugar y en un momento que hace más visible lo que hoy es tan trivial para nosotros como volar. Una persona que nació varias décadas antes de que los hermanos Wright lograran su primer vuelo, a la que su idea de volar se remite más a esa proeza tan gigantesca de los dirigibles que vio en su niñez, donde un ticket de vuelo, era equivalente a un pasaje a la fantasía, donde cualquier mujer se hubiese sentido Alicia en un mundo de maravillas al tomar un té suspendida delicadamente sobre un colchón de nubes blancas.
La misma persona que hoy tiene que vivir sus últimos días en la pesadilla de la guerra. Una guerra en la que las máquinas voladoras ya no tienen siquiera hélices, tienen el ruido de un trueno que nos cae encima y su silueta se asemeja más a la de un ave del infierno que a una máquina
humana.
humana.
Claro esta que los dirigibles tienen una historia muy propia, llena de emociones, logros y tragedias. Momentos de interacción con el hombre que valdrán la pena de exprimir en un capítulo aparte...
Un salto en el tiempo:
Lo que sucedió en los últimos años de la segunda guerra con los desarrollos aeronáuticos en la Alemania Nazi, es tan impresionante que sería más fácil explicarlo con un viaje a través del tiempo que relatando los sinfines de desafíos tecnológicos que se debieron resolver en meses y con recursos limitados. Un viaje en el tiempo que echó una mirada cincuenta años al futuro y se adelantó al ala volante furtiva más famosa del mundo, el bombardero estadounidense B-2.
Así de mítica es la historia del Go-229, una aeronave experimental que debía cumplir con la ambiciosa demanda 1000x1000x1000 (*). Que avanzó en materiales compuestos y métodos de construcción que lo hacían invisible a los radares, que no solo consiguió el primer éxito del concepto “Ala Volante”, sino que además se la dotó de dos turborreactores de última generación que la volvían un cazabombardero de ciencia ficción e increíbles características para aquellos años.
* La demanda 1000x1000x1000: significaba penetrar mil kilómetros dentro de territorio enemigo con mil kilogramos de carga bélica, a una velocidad mínima de 1000km/h. Cualquier proyecto que no cumpliera con estas prestaciones no sería aceptado.
Video verdaderamente real de uno de los vuelos de prueba de la aeronave...
http://www.youtube.com/watch?v=JBnBSJ9bz3A